La primera prueba oficial de Agility tuvo lugar en Febrero de 1978, en el marco de la prestigiosa exposición canina de Crufts. Los organizadores querían un evento que ocupase los descansos existentes entre las pruebas de obediencia y las finales de grupo.
La tarea de encontrar una actividad adecuada le fue encomendada un año antes a John Varley, miembro del comité organizador y gran aficionado a la hípica. Su idea fue realizar una exhibición parecida a las competiciones de obstáculos, solo que con perros en lugar de caballos. Al no ser un experto en adiestramiento canino, Varley pidió ayuda a Peter Meanwell, competidor y juez de pruebas de trabajo. Además de Meanwell, otros expertos se unieron a la tarea, y se lograron conformar dos equipos de Agility.
El público quedó encantado y el Agility se aseguró su continuidad como deporte canino.
Se trata de una actividad ideal para practicar con cualquiera de las razas de la familia Schnauzar-Pinscher, y que aporta múltiples beneficios:
• Obediencia: antes de comenzar con el Agility propiamente dicho, es necesario trabajar conceptos básicos, como el “quieto” o la llamada, que permitan seguir las indicaciones del guía.
• Sociabilización: la asistencia a un club de trabajo, el entrenamiento o la participación en competiciones requiere el compartir espacios con otros perros y sus guías.
• Actividad: los circuitos de Agility suponen un reto que fomenta el correcto equilibrio físico y mental de estas razas, con claro origen en la funcionalidad y el trabajo, y que no siempre pueden desarrollar en una vida más urbana.
Todos estos aspectos se resumen en una mayor complicidad perro-dueño que redundará en beneficio de ambos.